La energía eléctrica circula por nuestras líneas alimentando industrias, servicios y hogares. Pero también atraviesa fronteras, hacia y desde los países vecinos, como son Portugal, Andorra, Marruecos y Francia.
La movilidad eléctrica responde a necesidades económicas y energéticas, y la energía se usa, así, como una mercancía que es posible exportar e importar. Las llamadas interconexiones internacionales contribuyen a la seguridad del suministro. Le aportan estabilidad y así se aprovechan los picos de producción y las diferencias de precios de la energía en estos sistemas enlazados.
Según los datos de Red Eléctrica de España (REE), en el pasado 2015 la demanda peninsular de energía creció un 1,9 % con respecto al 2014 (un 1,5 % si se considera el efecto del calendario y las temperaturas), alcanzando casi los 250.000 GWh.
Respecto al intercambio internacional de energía eléctrica, la entidad informa que en el pasado ejercicio las exportaciones alcanzaron los 15.199 GWh y las importaciones los 14.654 GWh. Esto arroja un saldo neto exportador de 467 GWh. Sigue, así, la tendencia exportadora, pero situándose en un 87,3 % inferior al signo del 2014 (que presentó 3.406 GWh), lo que supone el cuarto año consecutivo de caída. El máximo del último lustro se situó en 2012, con 11.200 GWh exportados.
El principal cliente de la electricidad española en el 2015 fue Marruecos, con casi 5.000 GWh exportados, seguido de Portugal (2.302 GWh) y Andorra (268 GWh). Francia, en cambio, se presenta como un fuerte exportador: España importó más de 7.000 GWh del país vecino el año pasado, el doble que en el 2014.
En el mercado de la energía, España se situaría en el décimo puesto del ranking mundial y en el séptimo en el contexto de la Unión Europea, que lideran Alemania y Francia, por delante de Austria y Noruega.