Lo que hace tan solo unos años parecía una tecnología casi inaccesible para bolsillos medianos, como el de la inmensa mayoría de los españoles, ahora está al alcance de todos. Es decir, poder vivir en un hogar inteligente ya no está vetado al grueso de los mortales.
La mezcla entre la domótica al uso y el internet de las cosas facilitan que ya podamos crear en nuestros hogares una interconexión digitalizada con muchos de los aparatos con los que funcionamos de forma cotidiana.
Una correcta implementación de esta política en nuestras casas no solo repercutirá en nuestro bienestar y descanso, sino que también generará un importante ahorro de tiempo y dinero. Este último reflejado en la factura de la luz, el agua o el gas.