La contaminación lumínica es el fenómeno que produce que el cielo se ilumine o brille por la noche debido a la reflexión y difusión de la luz artificial en los gases y partículas del aire. Entre sus efectos no solo está la disminución de la visibilidad de los objetos celestes, sino que afecta a flora y fauna alterando sus ciclos nocturnos.
Las iluminaciones con temperaturas de color blancas (alrededor de 5000 K) emiten un pico en el espectro electromagnético de los 440 Nm que afecta directamente al medio en que se encuentra: la flora y la fauna, especialmente los insectos. Por eso, en zonas que requerían mayor protección como las inmediaciones de observatorios y zonas de especial protección medioambiental, siempre se han usado lámparas de vapor de sodio de alta presión. Pero este sistema de iluminación consume mucho.
Sin embargo existe una tecnología LED que suprime dicho espectro y se está implementando desde hace algún tiempo en zonas de alto valor biológico o de interés astronómico, como la del Observatorio Astronómico de Gran Canaria. A pesar de que aún no están muy integrados en la mayoría de alumbrados públicos, esperamos que pronto lo estén, pues con respecto al medio ambiente son todo ventajas: ahorran energía y respetan la vida natural evitando la contaminación lumínica.