A principios de agosto, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) publicó un informe con gran repercusión mediática. En el mismo sugería la importancia de apostar por una alimentación con menos carne para evitar los peores escenarios futuros, donde se vislumbran altas subidas de temperatura. Sin embargo, pasó más desapercibida la apuesta por fomentar un tipo de bioenergía que vaya en la misma dirección y que no afecte a un recurso indispensable: la propia tierra.
En el caso de la bioenergía, el estudio resalta que la gestión debe ser extremadamente cuidadosa con miras a evitar riesgos para la seguridad alimentaria y la biodiversidad, así como los problemas de degradación de la tierra. La consecución de resultados convenientes dependerá de la instauración de políticas y de sistemas de gobernanza que sean adecuados a nivel local. En el informe, además de proponerse una fuente energética alejada de la que ahora contribuye a la deforestación por una tala y recolección descontroladas, se habla de desarrollar otras medidas orientadas hacia una alimentación que reconsidere el actual consumo de carne, un crecimiento demográfico reducido, una disminución de las desigualdades, una mejor nutrición y un menor desperdicio de alimentos.
El propio dossier asume que algunas rutas propuestas con grandes niveles de conversión de la tierra pueden implicar efectos secundarios adversos que afecten a la escasez de agua, la biodiversidad, la degradación de la tierra, la desertificación y la seguridad alimentaria si no se manejan de manera adecuada y cuidadosa. Por ello, las medidas relacionadas con la bioenergía de menor impacto son las preferentes.
Al respecto, en Grupo Laura Otero apostamos por fuentes de energía como la biomasa, cuyas ventajas abarcan desde la eliminación de residuos hasta la disminución de las emisiones de CO2 , con los consiguientes beneficios experimentados en el entorno del reciclaje.